
Estos individuos son los que van a conformar la sociedad que continuamente se interrelaciona en los distintos sistemas productivos como por ejemplo: las escuelas, los trabajos industriales, los hospitales, entre otros, llevando consigo toda esa carga de antivalores que perturban el correcto desenvolvimiento de dichos sistemas y dando una imagen al mundo de un gran deterioro en nuestra sociedad y, por consiguiente, en nuestra familia. Esta realidad redunda a favor del bajo rendimiento escolar, de embarazos precoces; destrucción del ambiente y su entorno, en fin de alta corrupción social que amerita correcciones a tiempo para rescatar a esa familia venezolana que tuvimos en tiempos pasados, de grandes valores, de respeto a sus costumbre y a su patrimonio.
El día de hoy un 28% a 30% de jóvenes venezolanas, son madres solteras en Venezuela, pero la mayoría no estudiaron o no completaron el bachillerato o la universidad, crían a sus hijos sin experiencia y algunas veces sin nadie que las ayude, entonces, en la mayoría de los casos, los cuidan y los educan mal, y con mucho consentimiento, sin que la madre no les haya enseñado que si lo hacen mal se les castigará para su oportuna corrección, esto da lugar a que él o ella crean que lo malo es bueno, y origina que el joven marche por rumbos inciertos o poco productivos.
La familia venezolana, en la época que vivimos, está sufriendo profundos cambios que han venido debilitando nuestra estructura social, antes muy fortalecida muy a pesar de ser familias humildes, pero trabajadoras y respetuosas con grandes valores éticos, morales y religiosos. Estos cambios han venido en detrimento de lo esperado de esta sociedad tecnológica que lejos de fortalecer nuestros hábitos buenos, lo que ha hecho es fortalecer nuevos valores negativos que perjudican al quehacer diario y en desarmonía de una correcta sociedad.
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