martes, 14 de junio de 2011

La Intimidad Familiar



Empecemos hablando de una realidad humana llamada intimidad. La intimidad somos nosotros mismos, es nuestro ámbito privado (el más íntimo) que tiene niveles más externos, incluso visibles, y llega a profundidades que solamente nosotros conocemos, en donde estamos solos ante nosotros mismos. La intimidad se puede compartir, por ejemplo con nuestros conocidos, con nuestros amigos, nuestra familia, etc. Nadie puede acceder a ella si no se lo permitimos. Es un ámbito propio de nuestra libertad. En la familia, el nivel de apertura de la intimidad de sus miembros es tal que permite un ambiente propicio para el amor, es como un campo muy fértil para amar. Cuando nacen los hijos se unen, a su modo, a la intimidad amorosa de sus padres. Son acogidos y aceptados como parte de esa intimidad, con un alto grado de pertenencia; por eso decimos “mi hijo”, “mi padre”, “mi mujer”, “mi marido”, etc. Incluso, científicamente está comprobado que psicológicamente el recién nacido se siente parte de un todo con sus padres y continúa así hasta la progresiva afirmación de su yo. La familia permite la aceptación de todos sus miembros por el simple hecho de serlos. No importa si el hijo es alto o bajo, más o menos inteligente, etc., es recibido y amado simplemente por ser hijo y parte de esa familia. Este ambiente es único y propicio para aprender a amar.

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